DIGITAL SAMOS

Una aproximación digital al
monasterio de San Julián de Samos


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Está dividido en dos grupos. El primero lo forman los mapas que visualizan cada una de las principales fases del proceso evolutivo del sitio monástico. Están precedidos por un botón de selección circular  

El segundo grupo, separado del anterior por una línea gris, acoge los mapas base sobre los que se georreferenciaron los anteriores. Están precedidos por un botón de selección cuadrado  

Las capas del primer grupo se despliegan en orden cronológico y por defecto no aparece ninguna seleccionada.

Si te desplazas con el cursor por encima del mapa podrás interactuar con él. Verás que algunos objetos cambian de color. Significa que tienen información asociada, que se muestra en una ventana flotante al hacer un clic sobre ellos  



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El lugar

Conocer el lugar elegido para implantar el monasterio de Samos es el primer paso que damos. En esta decisión, las primeras comunidades religiosas consideraron fundamentales factores como la existencia de agua o el carácter solitario del lugar, que les permitían alcanzar objetivos como la autosuficiencia, el silencio y el aislamiento.

El paraje en el que surge Samos se caracteriza por la presencia de un curso de agua -el río Samos o Sarria- y por la soledad y el recogimiento que ofrece su configuración geográfica -un profundo y resguardado valle a los pies de altas montañas de la meseta lucense-. Ambos factores hicieron de este lugar el ámbito adecuado para desarrollar una vida monacal.

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Antes del siglo XII

La fundación de un monasterio en este lugar se remonta muy posiblemente a la segunda mitad del siglo VI (Arias Cuenllas, 1992: 25-32; Portilla Costa, 1984: 7-9; Portilla Costa, 1988: 31-33; Sá Bravo, 1972: 446-447). En esa época San Martín de Dumio inició un proceso de cristianización del territorio gallego y se sabe que fundó doce monasterios.

La llamada lápida del obispo Ermefredo, quien ejerció el cargo en la ciudad de Lugo a mediados del siglo VII, también es prueba de esa fundación temprana. En ella se señala la necesidad de reforma en Samos: de levantar lo caído y de llevar a buen término lo comenzado (Castro, 1912: 139-140).

Del conjunto monacal altomedieval, hoy en día sólo se conserva un edificio, la Capilla del Ciprés (Villaamil y Castro, 1903: 697-719; Núñez, 1978: 227-236; Portilla Costa, 2006: 83-107; Casal Chico, 2007: 249-261). Su cercanía al monasterio actual nos da la clave para deducir que sus inmediaciones fueron el lugar que ocupaba el primer conjunto monástico a finales del siglo IX y principios del siglo X.

En el siglo XI también existía en el lugar un hospital, amén de la hospedería monástica, para atender a los huéspedes y peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela (Lucas Álvarez, 1986: 90-93). El camino de peregrinación, que seguía posiblemente alguna antigua ruta romana, es otro de los elementos definidores del sitio monástico altomedieval.

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Del siglo XII al XV

Entre 1167 y 1228, aproximadamente, en Samos se construyó una iglesia de estilo románico (Arias Cuenllas, 1992: 140, 160; Lucas Álvarez, 1986: 149-152; Yzquierdo Perrín, 2001: 59). Directamente comunicado con ella, a través de una sencilla portada románica que hoy todavía se conserva, suponemos que también existía un claustro, con las diferentes estancias en las que desarrollaba su vida una comunidad de 40 monjes (Arias Cuenllas, 1992: 142).

Por tanto, en la Baja Edad Media, el sitio monástico de Samos lo formaban la Capilla del Ciprés, la iglesia románica y el claustro asociado a ella. Asimismo, tenemos constancia de que existía, al menos, una edificación medieval más, independiente de las anteriores y destinada a hospedería.

A partir de la segunda mitad del siglo XIII, el monasterio entró en un periodo de progresiva decadencia. Hacia 1419 un incendio obligó a la reconstrucción del hospital medieval y, en 1491, se sabe que las construcciones del complejo monástico se encontraban en un estado ruinoso y que su comunidad era muy pequeña, de sólo seis miembros (Arias Arias, 1950: 171-172; Arias Cuenllas, 1992: 191-192).

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Primera mitad del siglo XVI

En 1505, San Julián de Samos fue anexionado a la Congregación de San Benito de Valladolid, dentro del proceso de reforma de las órdenes religiosas promovido por los Reyes Católicos, en la Corona de Castilla (Arias Cuenllas, 1992: 191). Pocos años antes, en 1491, llegaran a Samos los primeros monjes reformadores. Desde ese momento, se ocuparon de reparar los edificios, con actuaciones en el claustro (dormitorio, refectorio, cocina y capítulo) y en la iglesia (Zaragoza Pascual, 2010: 66-69).

Sin embargo, en 1534 un voraz incendio destruyó el archivo y buena parte de la casa (Castro, 1912: 118). El abad decidió reformar las partes dañadas. Así se garantizaba que los doce miembros de la comunidad continuaran con su vida monacal.

Si miramos más allá de los muros del monasterio, pero no muy lejos de él, vemos que, en la primera mitad del siglo XVI, ya se había formado un pequeño asentamiento laico. Estaba constituido por tres focos de crecimiento o lugares, llamados A Aira, O Outeiro y O Fontao.

A Aira era el nombre del lugar habitado en el margen oeste del río, en un punto en el que convergían diferentes caminos: el procedente de San Martiño del Real (o camino a Triacastela) y los que partían hacia el monasterio, la villa de Sarria y los lugares de Pascais y Manjar. O Outeiro y O Fontao se ubicaban en el margen este del río, con construcciones vinculadas al camino principal.

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Segunda mitad del siglo XVI

Bajo las directrices de los monjes castellanos, en Samos se construyó, entre 1562 y 1582, la planta baja de un nuevo claustro, el hoy conocido como claustro gótico o claustro de las Nereidas (Arias Cuenllas, 1992: 207-208, Castro, 1912: 118; Durán, 1947: 18; Zaragoza Pascual, 2001: 154-160). Se adosó al muro sur de la iglesia románica, buscando una comunicación directa con ella. Ocupó buena parte del espacio del antiguo claustro procesional, por lo que este fue parcialmente derribado. La dimensión del nuevo claustro también estuvo condicionada por la presencia del río por el suroeste, que era una frontera natural en el crecimiento del monasterio en esa dirección.

El nuevo claustro fue construido para acoger las celdas individuales de los monjes, en sustitución de los dormitorios comunitarios medievales, tal y como las constituciones de la Congregación de San Benito de Valladolid exigían. Aunque en esos años sólo 19 miembros formaban la comunidad de Samos, el nuevo claustro fue construido para acoger a 35.

En lo que atañe al asentamiento, a mediados del siglo XVI vivían en él cinco grandes arrendatarios: Alonso Gallina (escribano), Gonzalo Macía, Diego da Peral, Diego (sastre) y Álvaro Dosío (clérigo), junto a sus familias. En todos los casos habitaban casas y cultivaban tierras que pertenecían al monasterio de Samos, pues estaban ubicadas dentro de su coto jurisdiccional. Por ellas, les pagaban una renta. Sólo algunas construcciones del asentamiento eran administradas directamente por los monjes. Así ocurría en el caso de la cárcel y el hospital.

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Primera mitad del siglo XVII

Una vez terminada la planta baja del nuevo claustro, los monjes iniciaron la reforma de la iglesia románica. Su objetivo era adaptarla a las necesidades litúrgicas que imponían las normas de la Congregación de San Benito de Valladolid y solucionar los problemas de deterioro de su ya vieja estructura.

Se construyó un coro alto a los pies del templo, se hizo una nueva capilla mayor y una sacristía. Además, se esculpieron nuevos retablos, se remataron las dos torres de la fachada principal y se hizo una cúpula sobre el espacio central del crucero (Arias Arias, 1950: 195-210; Arias Cuenllas, 1992: 220-223; Castro, 1912: 116-117; Folgar de la Calle y Goy Diz, 2008; Pérez Constanti, 1930: 446-447).

Entre 1633 y 1637 los monjes continuaron con la construcción del primer piso del claustro gótico, que debía albergar las celdas individuales (Arias Arias, 1950: 222; Arias Cuenllas, 1992: 223; Durán, 1947: 18; Folgar de la Calle, 2006: 212; Portilla Costa, 1988: 53). No obstante, la comunidad no había crecido y sólo se levantaron los paños noroeste y suroeste. Rematadas estas obras, el monasterio mantuvo esta configuración hasta finales del siglo XVII.

En el asentamiento de estos años podemos ver un mayor número de propiedades arrendadas. En muchos casos, esto fue consecuencia de divisiones en piezas más pequeñas de los grandes lugares que antiguamente formaban una única propiedad. Asimismo, empezaron a diversificarse los oficios de los habitantes, muy posiblemente en relación con las necesidades de los monjes.

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Segunda mitad del siglo XVII

La comunidad de monjes siguió creciendo hasta alcanzar los 52 miembros en el año 1689 (Arias Arias, 1950: 235). Como consecuencia emprendieron un nuevo plan de ampliación del monasterio que incluía la construcción de: un nuevo claustro -el hoy llamado claustro grande o claustro del P. Feijóo-, una nueva iglesia y algunas nuevas dependencias en el claustro gótico existente.

Entre 1686 y 1701 sabemos que se hicieron hasta tres paños del nuevo claustro grande, con planta baja y primera (Zaragoza Pascual, 1980: 337-338). En el sureste se situó la nueva portería del monasterio, a la que se llegaba cruzando un puente de piedra. Al mismo tiempo, se preparaba una amplia zona de terreno en el noroeste para levantar el nuevo templo. Primero se definió su perímetro, conformando una base de sustentación a nivel de la planta baja de los claustros, que pudo ser usada como cripta. Sobre esta se inició la construcción de la sacristía, el signo que daba acceso a ella y la cabecera de la iglesia, quedando paralizadas las obras a la altura del crucero hasta el siglo XVIII (Folgar de la Calle, 2003: 289-309; Folgar de la Calle, 2006: 212-230; Folgar de la Calle y Goy Diz, 2008: 149-178).

Entre 1693 y 1697 también sabemos que se hicieron algunas obras en el claustro gótico, entre ellas: la reforma y ampliación del refectorio de los monjes, la construcción de un segundo refectorio para los criados y una nueva cocina, a modo de edificación exenta ubicada hacia el suroeste (Arias Arias, 1950: 235; Arias Cuenllas, 1992: 225; Folgar de la Calle y Goy Diz, 2008: 138-139).

Asimismo, la villa continuó su proceso de expansión en estos años, con algunas nuevas construcciones en el lugar de O Fontao, en el centro de la villa o A Aira, en la zona inmediata al Hospital, en el camino hacia Pascáis y en el área de Bargado. Aunque este crecimiento se produjo hacia el sur, para no afectar al desarrollo de la vida monacal, podemos ver que en la segunda mitad del siglo XVII ya estaba en pie un fragmento de cerca monástica, en el margen este del río. Esta cerca marcaba la separación entre el espacio de la villa y el ámbito de terreno en torno al monasterio que era de uso exclusivo de la comunidad religiosa, lo que en el futuro se acabaría llamando el Cercado.

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Primera mitad del siglo XVIII

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